APRENDIZAJE

Había una vez un maestro que llevaba tiempo deprimido. Se pasaba el día encerrado en su cuarto y sufriendo mucho. Harto de estar aislado, finalmente decidió salir a dar un paseo. Y mientras caminaba por el bosque tuvo un fogonazo de iluminación. De pronto se desvaneció la mente y desaparecieron los pensamientos, dejando en su interior un poso de silencio y quietud. Y al verse a sí mismo desde fuera, comprehendió cuál era su verdadera identidad, soltando la identificación con el yo ilusorio que llevaba tanto tiempo atormentándolo.

 

La noticia llegó enseguida a sus discípulos, quienes fueron a la habitación de su maestro para saber qué había sucedido. Sin embargo, el sabio les pidió que volvieran dentro de tres meses. Y les prometió que pasado ese tiempo compartiría con ellos lo que quisieran saber. Durante aquel tiempo, el maestro siguió aislado en su cuarto, meditando y observando con mucha atención su propia mente.

 

Al concluir los tres meses, los discípulos fueron a visitarlo. Y si bien aquel sabio se dio cuenta de la futilidad de explicar con palabras lo que le había sucedido, intentó compartir su experiencia lo mejor que pudo. Y al finalizar su explicación, concluyó diciendo que la depresión seguía estando ahí. Desconcertado, uno de sus discípulos le preguntó: «Y entonces, ¿qué ha cambiado con la iluminación?».

 

El maestro le respondió: «Lo único que ha cambiado es mi actitud frente a ella. Antes de la iluminación sufría mucho y me pasaba el día perturbado porque luchaba contra la depresión. En cambio, después de la iluminación comprehendo la naturaleza de la depresión, la acepto y dejo que siga su curso. Ya no me importa si se va a ir o cuándo se va a ir. Y desde entonces siento paz y agradecimiento».


*Fragmento extraído del libro “Las casualidades no existen. Espiritualidad para escépticos”. https://borjavilaseca.com/libros/#las...